¡Larga vida al protocolo!

Hace más de dos años que me separé definitivamente de la gestión contable e inicie una nueva relación con el Protocolo. ¿Y por qué hablo de las profesiones en términos de pareja? Leí un artículo en las redes sociales en el que citaban párrafos de un cuento corto del reconocido psicoterapeuta Gestáltico Jorge Bucay. En él,  recomendaba a sus pacientes “buscarse un amante”. ¡Sí, un amante!  Pero no se refería necesariamente a una pareja. Sino aquello que genere tanta pasión en ti, que ocupe tus pensamientos y te haga descubrir cosas que no sabías que podías hacer como  investigar, escribir un libro, crear una empresa o un blog. Y lo más importante: ser parte de algo.

A diario leo posts y me sigue sorprendiendo la cantidad de gente que escribe sobre Protocolo y todavía más la pasión con que lo hacen. Creo que somos muchos los que compartimos este “amante”. Y como no podía faltar en las relaciones intensas, el Sr. Protocolo  suscita mucha polémica en todos los grupos que conforman la estructura social.

Si bien es cierto que somos más los que destacamos su gran personalidad, lo resolutivo que puede llegar a ser, su saber estar  y las huellas que ha dejado a través de la historia, hay otros pocos que no les parece tan necesario y piden que desaparezca por lo estricto, porque genera desigualdad o porque está obsoleto.

Vayamos por parte  y analicemos estas tres palabras: estricto, desigualdad y obsoleto.

La Real Academia de la Lengua define estricto “como algo que se ajusta enteramente a la necesidad o a la ley y que no admite interpretación”.   El Sr. Protocolo suele ser estricto, especialmente en situaciones  en que la ley así lo determina. En este caso solo sigue órdenes y son las  establecidas en el  Real Decreto 2099/1983, del 4 de agosto porque el que se aprueba el Ordenamiento General de Precedencias del Estado. Un documento que está por encima de ideologías políticas y de presunciones de poder y le otorga a cada quien el puesto que se merece en virtud de su titularidad, investidura o representación.

En cuanto a la desigualdad –por aquello de los tratamientos— tocaría adentrarse en la formación de los grupos que constituyen la estructura social y para ello me apoyaré en la Sociología.

 “La estructura social es un sistema relativamente equilibrado y dinámico,  de roles y status; esto es, de situaciones y pautas que están en relación de reciprocidad y activa interdependencia entre los hombres que participan de un grupo social global  y los grupos que los constituyen”. (Badía, 1975, p.7)

Aún en los estados más primitivos del ser humano fue necesario la creación de una estructura social y con ella el establecimiento de los roles y por consiguiente la generación del estatus.  En un grupo familiar los hijos no son iguales a los padres, son los adultos los que toman las decisiones y educan. En las empresas, el que dirige la organización tienen responsabilidades económicas, jurídicas y contractuales. En cambio,  un empleado responde sólo por el buen hacer  de sus tareas.

Teniendo en cuenta lo anterior está claro que algunos roles ponen en posición de superioridad o inferioridad a determinados individuos.  Pero esto no influye en la  igualdad jurídica a la que toda persona tiene derecho con independencia del género, raza o posición social.

De los roles y estatus  se derivan las jerarquías y con ella  los  tratamientos. Y estos no crean distancias entre los miembros de una sociedad. Son una muestra de respeto a aquellas personas que han adquirido cierta condición, bien por nacer con ella, porque se lo han ganado  o porque su edad se las confiere. En las comunidades indígenas el título de  Mamo o Taita, es propio de la autoridad tradicional.  Un tratamiento que  ostentan  por los años de estudio, de ayuno y por mantener viva las tradiciones de su pueblo.  Y con esto queda de manifiesto que la jerarquización no es antinatural ni arbitraria. Surge como mecanismo de supervivencia de las especies. En los lobos, por ejemplo, organizados en grupos o manadas siempre hay un líder que mantiene a salvo al grupo, ese es su rol y este le otorga el estatus de “líder”.

Y para finalizar, nuestro tercer y último término: obsoleto.  Para ser algo obsoleto e innecesario  se habla mucho de protocolo, es la palabra favorita de los medios de comunicación. Aparece cada vez que se desarrolla un acto oficial  en el que intervienen personalidades.   Algunos hacen mal uso de ella y se refieren a hechos que nada tiene que ver con el protocolo. Sin embargo, los protocoleros no vamos por ahí pidiendo la dimisión del periodista.

El protocolo no es exclusivo de la de la realeza y la diplomacia.  Hay mucho de él en las culturas y en las sociedades.  Ha estado ahí siempre, solo que no tenía nombre propio.

Para aquellos que quieren matarlo o hacerlo desaparecer solo puedo decirles que nosotros seguiremos demostrando con investigaciones lo importante que es, para el orgullo de muchos y el pesar de otros.

Fuentes:

Badía, J.F. (197). En torno a los grupos sociales, su jerarquía y la noción de estructura social. Revista de estudios políticos, ISSN 0048-7694, Nº 199, 1975, págs. 7-64. Recuperado en: http://www.dialnet.unirioja.es.